Y de repente, la locura volvió al Masters. Había estado escondida, agazapada, esperando su oportunidad. El final de la película parecía claro, el sastre retocaba la chaqueta verde para el ganador y el público aguardaba los títulos de crédito para aplaudir. Pero entonces el guionista cambió el escenario y los protagonistas, y hasta el cielo comenzó a jarrear mientras la luz del día se apagaba. El australiano Adam Scott ganó el Masters de Augusta tras dos hoyos de desempate con el argentino Ángel Cabrera, después de que ambos llegaran igualados a la meta con 279 golpes, nueve bajo par. Pero hasta llegar hasta ahí pasaron cosas increíbles.