Google, que ayer vivió su particular «jueves negro» en Wall Street por la publicación de sus resultados antes de tiempo, seguramente no olvidará esta vieja lección. La compañía de Sillicon Valley infringió, aparentemente de manera involuntaria, la norma tácita de que las cuentas no deben conocerse mientras las Bolsas bullen de actividad. Y menos aún cuando las cifras resultan inferiores a las esperadas por los expertos, lo que en la jerga bursátil se conoce como el «consenso de los analistas», una variable que puede hacer que los títulos de una empresa se desmoronen en pocas horas, aunque que haya obtenido beneficios (millonarios beneficios, en el caso del gigante tecnológico).
Un fallo de la imprenta RR Donnelley, que sacó a la luz con cuatro horas de antelación el informe con los resultados pertenecientes al tercer trimestre, fue el detonante de una agitada sesión en la que las acciones de Google llegaron a estar suspendidas durante dos horas y media. Finalmente, cerró con una caída del 8,01%, lo que equivale a una pérdida de capitalización de 24.000 millones de dólares (18.430 millones de euros).
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