Cuando el las agujas del reloj marque hoy las ocho de la noche la “Guardia Suiza” abandonará la puerta principal del palacio de Castel Gandolfo. Será el único símbolo exterior que señale el final del pontificado de Benedicto XVI. Entonces el «Papa emérito» comenzará una nueva vida dedicada a la oración y la reflexión.
Su mudanza al palacio de veraneo de los papas, «el Vaticano número dos», como lo bautizó cariñosamente “Juan Pablo II”, no será llamativa. Primero porque su estancia en este pequeño pueblo a una treintena de kilómetros al sur de Roma será muy breve y, segundo, porque el Papa siempre ha viajado ligero de equipaje. El Papa
Así fue su desembarco en Roma en marzo de 1982 cuando Juan Pablo II le llamó para que ejerciera como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El entonces cardenal de Munich solo se llevó a su nuevo hogar sus dos mil libros y su piano. Su piso estaba a pocos metros del Vaticano, en el Borgo Pío, y todos los muebles eran de segunda mano. Por aquel tiempo no era extraño encontrarse con él a primera hora de la mañana en mitad de la Plaza de San Pedro, puesto que todos los días iba andando a su oficina vestido de negro con alzacuellos y no con los típicos atavíos de cardenal.
Le deseamos lo mejor al actual Papa.